“El juego de la silla”,
de Ana Katz. Dir. Mauro J. Pérez.
En teatro El Tinglado (Mario Bravo 948 – CABA),
los viernes a las 22.00hs.
por Alberto Maffía
El regreso del hijo
pródigo y su rápida partida
La familia argentina es un exitoso y recorridísimo-a-más-no-poder género
dentro de la dramaturgia nacional; afortunadamente, “El juego de la silla” trae una nueva visión a la temática y se
aleja del remanido tópico disfuncional para acercarse a un sensible
costumbrismo con una sutil dosis de grotesco y mucha nostalgia.
Corre el año 2000 y la
familia Lujine está a la espera del regreso de Víctor, el hijo mayor, radicado
desde hace años en Canadá y que vuelve tan sólo por un día. Su mamá Nelly y sus
hermanos buscan una bocanada de aire fresco con la emoción de creer que él
traerá algo nuevo; y con la ilusión de que todo sea igual a como ha sido antes.
Empecemos por el texto:
ES HERMOSO. La dramaturgia de Ana Katz plantea de manera muy orgánica esa
dicotomía casi bipolar que los nostálgicos (como yo) pretenden al querer que
las cosas cambien pero que también permanezcan igual. Los cuatro hermanos son
lo nuevo: por un lado, Víctor y sus costumbres y vida en Canadá y, por el otro,
las carreras y estudios de Lucía, Laura y Andrés. Efectivamente el hermano
mayor es la evolución y lo distinto, pero el resto de la segunda generación
Lujine está quedada, hay enunciados de deseos de progreso pero los tres siguen
en el lugar seguro y estático. Difíciles son los cambios con la constante presencia
de la matriarca que ayuda a avanzar un paso pero termina haciendo retroceder
dos. En la casa Lujine parece que el tiempo no transcurre; tal es así que
Silvia vive en la eterna ilusión de que todavía tiene una historia de amor con
Víctor a pesar de los ocho años que han transcurrido casi sin comunicación y
los once mil kilómetros de distancia.
El elenco es magnífico.
Graciela Pafundi compone a su Nelly con multiplicidad de matices, es la madre
abnegada y amorosa que hace todo por sus hijos, la tóxica que manipula e
invalida, y la amiga chusma de Cristina con quien se comunica por teléfono o a
los gritos a través del balcón. Miguel Sorrentino está perfecto recreando enfáticamente
al hombre que ama y extraña a su familia, y muy sutilmente al que le es muy difícil
soportarlos. Gabriela Julis es una entrañable freaky, es bellísimo cómo conecta
con todos los personajes, cuidándolos a cada instante. Ana Balduini interpreta
con energía y carisma la juventud libre y desfachatada y Julieta Correa Saffi
es la novia abandonada y sufriente perfecta. En esta función, el personaje de
Andrés lo interpretó Mauro J. Pérez logrando una creación sensible y artesanal:
ese hijo varón, opacado por el relativo triunfo de Víctor, aparentemente
predestinado a ser siempre una sombra, tratando de invisibilizarse durante la
totalidad del evento y al mismo tiempo atento a todo, intentando brillar cuando
el contexto se lo permite pero casi siempre fracasando.
Perlita: las escenas en
el balcón son extremadamente simpáticas
y sensibles; de una empatía tal que es muy fácil ver a la familia propia o a
alguna conocida.
Muy buena escenografía y
vestuario de Paula Molina; las referencias al 2000 son muy efectivas.
La dirección de Mauro J.
Pérez es excelente, moviendo todos estos hilos familiares que rozan el drama
pero con una mirada muy cómica y, sobre todo, muy afectiva. Ritmo dinámico y
perfecto timming de comedia. Bravo.
“El juego de la silla” es un hermoso momento teatral. Imperdible.
Duración: 70 minutos.
FICHA ARTÍSTICA
Autora: Ana Katz
Elenco: Ana Balduini –
Julieta Correa Safi – Gabriela Julis – Graciela Pafundi – Miguel Sorrentino –
Sebastián Tornamira – Pablo Viotti.
Dirección: Mauro J.
Pérez
Alberto Maffía
para “AMC CRÍTICA TEATRAL”
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