domingo, 26 de septiembre de 2021

"Quince días para hablar de amor", de Víctor Winer

 Obra: “Quince días para hablar de amor”, de Víctor Winer

Calificación: BUENA

Autor: Víctor Winer

Dirección: Mariano Dossena

Elenco: Emilia Mazer – Fabio Di Tomaso – Gonzalo Urtizberea – Edda Bustamante – Esteban Prol

Producción: ZAR producciones.

Sala: TEATRO REGINA (Avenida Santa Fe 1235  – CABA),  viernes 20:30, sábados 21:30 y domingos 19:30.

Duración: 85 minutos

 

            Cuarentena. Nueva normalidad. Zoom. Meet. Video cam. Cam. Cam. Cam. Qué tiempos agotadores. A esta altura del partido, todos necesitamos urgentemente unas largas vacaciones del tiempo-pantalla. Les tengo excelentes noticias: llegó “Quince días para hablar de amor”, un hermoso descanso ambientado a principios de los setenta donde nuestros protagonistas no tienen ni idea de lo que es un whatsap.

            Esta comedia romántica habla sobre las peripecias de un escritor que debe escribir sobre el amor y está en plena crisis existencial. ¿Sabemos qué es el amor? ¿Qué harías por tu pareja para salvar la relación?

            El elenco es increíble. Fabio Di Tomaso juega un galancito lo más enamorado que puede entre la relación con su propia madre y el machismo de los setenta. La descripción del personaje parece simple, pero el actor lo aprovecha y llena de matices. Gonzalo Urtizberea recrea a un simpático abogado en un registro agradable y difícil de componer. Edda Bustamante es la gloria; es el cine, el teatro y la televisión en persona, verla ya es creer y disfrutar. Esteban Prol se pasa; va desde el teatro físico al color de la sitcom, sus bocadillos y golpes siempre generan carcajadas. Y la Agostina que interpreta Emilia Mazer deja todo en escena por amor, lo mismo que la actriz y en una labor superlativa. Su personaje ama, duda, sufre, se sacrifica, atraviesa mil estados no agradables y aún así Mazer consigue la empatía del público al comunicarlo en tono de comedia, la ves incómoda de desamor pero eso no incomoda sino que genera ternura y simpatía.

            Los detalles técnico-artísticos son un lujo, ver esta obra es como observar un hermosísimo álbum de fotos de cincuenta años atrás. El diseño de escenografía de Carlos Di Pasquo y la realización de Héctor Spina parecen estar pensados en una estética de historieta; los muebles en diagonales y perspectiva casi nos hace adentrar en una viñeta. El detalle de la utilería es a pura memoria: máquina de escribir, teléfono gris de disco y radiograbador entre otras setenticosas. Los actores lucen los correspondientes trajes que debían usar los hombres de la época, con sus sacotes, pantalones de tiro alto, solapas amplias y hasta faja, y camisa muy abierta si la ocasión es más informal. Las actrices cada vez que entran tienen un look diferente y así vemos un desfile de más de media docena de vestidos estampados y misma cantidad de zapatos y botas. Cada cambio de vestuario es un show aparte, nostálgico y delicioso. Excelente diseño de vestuario de Mónica Schneider. El diseño musical de Rony Keselman es otro acierto; en cuanto entrás a la sala ya te reciben los éxitos que cantaste cuarenta y pico años atrás y te habías olvidado.

            El texto es de Victor Winer, quien recreó una típica comedia blanca, entre ingenua y encantadora. La dirección de Mariano Dossena consigue sin fisuras que nos sumerjamos durante casi una hora y media en los años setenta y nos creamos todo.

            Lindo viaje en el tiempo, y recordé con emoción lo que en el siglo pasado me daba mucha bronca: qué era que se te ligase el teléfono. Cuando lo  escuché casi lloro.

           

                                                                                                          Alberto Maffía,

para “AM CRÍTICA TEATRAL

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